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Memoria del Holocausto

Hace 78 años, la humanidad tuvo que mirarse en el espejo. Lo que encontró fue una imagen de crueldad pintada en gas, fuego y sangre: el gas de las cámaras, el fuego de los crematorios, la sangre de los 6 millones de víctimas de un exterminio cruel perpetrado no por animales, ni por demonios, sino por seres humanos. Hace 78 años, lo más abominable de la raza humana fue revelado con fría claridad. Y hace 78 años, el mundo juró que nunca más volvería a suceder nada igual.

Hace 37 años, el ex general León Degrelle negó que el genocidio había ocurrido. Él mismo había participado en el Holocausto, y sin embargo lo negó, rechazando toda responsabilidad por sus actos inhumanos. Una mujer judía lo llevó a juicio, y ganó, y sentó jurisprudencia, y el Código Penal se cambió en 1995 para castigar todo negacionismo de crímenes contra la humanidad. La mujer era Violeta Friedman, y su triunfo fue un hito en la lucha por la verdad y la memoria histórica, dos lazos frágiles pero tenaces que mantienen unida a la comunidad humana como especie, más allá de toda diferencia y más allá del tiempo.

El pasado viernes 3 de febrero, Patricia Weisz nos contó esta historia, la historia de su madre. Su relato fue parte de un acto organizado por el Ayuntamiento de Majadahonda, a la ocasión del Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las víctimas del Holocausto y la Prevención de los Crímenes contra la Humanidad, fijado el 27 de enero por las Naciones Unidas. En esta fecha simbólica, Weisz levantó de nuevo el espejo de la humanidad, para recordar al puñado de alumnos de Bachillerato que estábamos allí presentes que es nuestra responsabilidad cuidar los valores que nos separan del genocidio fratricida, y que "no se olvide nunca a los que sufrieron la persecución nazi".

Patricia Weisz no fue la única persona con algo que contar. Tras su intervención, oímos la historia de una niña judía, alegre y guapa, que sufrió y murió en un campo de concentración. Este relato, interpretado en forma de poema y canción por Nora Usterman, fue conmovedor por su individualidad. Condensó la experiencia del Holocausto -de abrumadora magnitud- en una sola víctima. Le dio proximidad sin restarle horror. Devolvió la humanidad al genocidio de millones; esa humanidad que desaparece demasiado a menudo tras la imagen histórica, vulnerable a los tópicos y sujeta a la interpretación ideológica.

La verdad. Este fue el hilo conductor de la jornada. Ambas mujeres reivindicaron la importancia de la memoria histórica; por encima de todo, de tomar consciencia de nuestra responsabilidad para con nuestra especie. Somos la nueva generación. Estamos hartos de oír que somos la esperanza para el futuro, pero Patricia y Nora insistieron en la importancia del pasado, de recordar lo que ocurrió, no solo para evitar que se repita sino por solidaridad con las personas que lo sufrieron. No debemos olvidar que los seres humanos somos capaces de verdaderas aberraciones, y que es nuestra misión velar por que no se repitan.

Ocho alumnos de Bachillerato de nuestro instituto tuvieron un papel simbólico en la Conmemoración. Dos actuaron como presentadores, y el resto participaron encendiendo, cada uno junto con un invitado adulto, seis velas de un candelabro.

La primera vela se encendió en memoria de los seis millones de judíos asesinados en guetos, persecuciones y campos de concentración.

La segunda, en memoria del millón y medio de niños judíos asesinados por los nazis.

En honor y en memoria de los miembros de diferentes minorías que padecieron la barbarie nazi: gitanos, homosexuales, Testigos de Jehová, republicanos españoles y otros colectivos, se encendió la tercera vela.

La cuarta se encendió en nombre de toda forma de resistencia y en honor a los Justos entre las Naciones, y aquellos a quienes a riesgo de sus vidas salvaron a miles de perseguidos.

En honor a los supervivientes que rehicieron sus vidas en Israel y en la diáspora, se encendió la quinta vela.

La sexta vela en honor a la preservación de la memoria de las víctimas del Holocausto y de los Justos entre las Naciones; por la ineludible responsabilidad de luchar contra el negacionismo, rechazar el odio, combatir la indiferencia y elevar los principios de la convivencia y la vida misma.

Las llamas del candelabro no eran sino representaciones físicas de la verdad; no una verdad absoluta, sino la íntima verdad que cada persona lleva dentro. Como el acto simbólico de encender velas, esta verdad conecta a nuestra generación con todas las anteriores. No somos como ellos; las diferencias en nuestra forma de ver el mundo y nuestro modo de vida pueden parecer insalvables; pero ellos están en nosotros, y les debemos nuestro reconocimiento.

En realidad, la humanidad se encuentra entre dos espejos; en ellos se refleja eternamente, hacía el pasado y hacia el futuro. Entre los espejos se multiplica el resplandor de las seis velas, y la imagen de ocho adolescentes se proyecta hasta el infinito, porque, en el fondo, en nosotros está todo lo que la humanidad ha sido, y también todo lo que será. La memoria, la verdad y la lucha contra el negacionismo son nuestras herramientas para mantener los espejos de la unidad humana, madre de todos nuestros logros y cura de todos nuestros fracasos.

María Alcoba Rodríguez. Alumna de 1º de Bachillerato Internacional

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