La cuestión sobre las lecturas.
Presentamos algunos ejemplos de cómo responder la cuestión 5.b.
5.b. Comente los aspectos más relevantes de la obra que haya leído en relación con su contexto histórico y literario. (1 punto)
No es una cuestión cerrada. Obviamente, atendiendo a nuestro subrayado, cada uno puede comentar los aspectos que más le hayan llamado la atención. En cualquier caso, deben tener cabida las cuestiones más importantes de cada libro en función del género de que se trate y de la época en que se escribió.
SIGLO XVIII
SIGLO XIX
- El Estudiante de Salamanca de José de Espronceda
- Los Artículos, de Mariano José de Larra
- El 19 de Marzo y el 2 de Mayo de Benito Pérez Galdós.
- Miau de Benito Pérez Galdós
SIGLO XX. Primera mitad.
SIGLO XX. Segunda mitad.
- Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo
- La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela.
Siglo XVIII.
El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín.
Es una obra de teatro neoclásica (Siglo XVIII) aunque se escribiera y representara a comienzos del Siglo XIX. Fue uno de los éxitos más destacados del teatro de su tiempo: se representó en el teatro de la Cruz de Madrid el día 24 de enero de 1806 y estuvo en cartel durante casi un mes (quizás hubiera estado más si no la hubieran retirado por el cese de la actividad teatral por la llegada de la Cuaresma), lo que en su tiempo era absolutamente inusual. Moratín cumple con las tres unidades dramáticas fijadas por los preceptistas del Renacimiento. Respeta la unidad de espacio, en una sala de paso en una posada de Álcala de Henares. La obra se desarrolla en menos de veinticuatro horas (unidad de tiempo): empieza una tarde y acaba esa misma noche, ya casi al amanecer, según dice en la acotación: “la acción empieza a las siete de la tarde y termina a las cinco de la mañana siguiente”. Hay una intención simbólica: la luz realza los momentos felices de la obra y la oscuridad los momentos de sufrimiento.Y por último la unidad de acción: solo existe una historia que contar, el amor de Paquita y don Carlos, que se aman y quieren casarse pero no pueden ya que hay otra persona por medio, el tío de don Carlos, don Diego. La obra tiene un tono de comedia, con final feliz, pues don Diego hace que Paquita se case con su sobrino don Carlos.
Es un libro que en parte me ha gustado y en parte no. Porque no comparto las ideas de doña Paquita, ni mucho menos las de su madre. No podría someterme a algo así sólo porque lo ha decidido mi madre. Me enfada la actitud de doña Irene durante la obra, aunque buena parte de la culpa la tiene Moratín, que nos la presenta de una forma casi cómica y ridícula.
Me ha gustado el hecho de que sea un hombre quien solucione la situación, incluso saliendo perjudicado. Don Diego viene a representar el triunfo de la razón sobre los sentimientos, una idea claramente neoclásica. Su sobrino don Carlos me ha parecido un joven apocado, incapaz de rebelarse contra su tío y contra la sociedad; la huida nunca es el medio de solucionar los problemas.
No me extraña que la obra fuera el mayor éxito de su época, porque presenta situaciones conflictivas a la vez que cómicas, como el episodio de la carta, que serían muy del gusto del público. A pesar de ser del siglo XVIII, el lenguaje y las expresiones se acercan bastante a las de hoy y no presentan ninguna dificultad para su comprensión. También puede ser un acierto de Moratín, que quería ser entendido por todo tipo de público. No debemos olvidar de que la principal función del teatro neoclásico era adoctrinar al pueblo, a la vez que entretenerlo.
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Siglo XIX.
El Estudiante de Salamanca de José de Espronceda
José de Espronceda es el representante más popular del Romanticismo; en su vida, se aúna la rebelión moral y política con la literatura. A los quince años, ya conspiraba contra el absolutismo. A los dieciocho, en Lisboa, se enamoró de Teresa Mancha, cuyo amor le inspiró el Canto II de El Diablo Mundo. Murió a los 34 años, poco después de haber sido elegido diputado a Cortes.
En uno de sus múltiples destierros compuso El Estudiante de Salamanca, un largo poema (1.704 versos) dividido en cuatro partes, con elementos narrativos, dramáticos y, por supuesto, líricos, con gran mezcla no sólo de estilos sino de versos y estrofas. Espronceda retoma y recrea la figura de don Juan Tenorio de Tirso (El burlador de Sevilla y convidado de piedra) para convertir a don Félix de Montemar en prototipo del rebelde romántico, jugador y mujeriego, el cual acaba en los brazos de la Muerte, con toda una serie de tópicos que Zorrilla fijará más tarde en su drama Don Juan Tenorio.
La obra aparece divida en cuatro partes, sin título, pero encabezada cada una de ellas con una cita de autores románticos y del Barroco español, entre las que destacan la del Quijote, por ser la más conocida y la Byron por estar en inglés.
Uno de los aspectos más interesantes es la rica polimetría del poema, adaptada al contenido. No obstante, para mí, poco habituado la lectura de poemas, ha supuesto una cierta dificultad de comprensión, añadido esto, a un léxico muy rico, solventado gracias a la edición anotada que me recomendaron leer. La parte final me ha parecido la mejor, probablemente porque ya me había habituado a las dificultades del verso.
Los personajes me han parecido muy interesantes, especialmente los protagonistas, don Félix y doña Elvira. Don Félix sólo se asusta un poco cuando ve su propio entierro, pero pronto vuelve a su carácter altanero y soberbio hasta que acaba siendo víctima de sí mismo y muere besando una calavera, en uno de los fragmentos más aterradores de la obra. A lo largo del poema vemos cómo se va transformando la imagen ideal de doña Elvira hasta convertirse, casi sin darnos cuenta, en la Muerte, convertida en personaje femenino, atractivo pero macabro. Todo ello contrasta con la ironía de los dos versos finales, en que Espronceda se distancia humorísticamente casi de la historia acercándose a los lectores-oyentes:
Y si, lector, dijerdes ser comento,
como me lo contaron, te lo cuento.
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Los Artículos de Larra
Pertenecen a la mejor prosa peridística y literaria del siglo XIX español. Se inscriben dentro del movimiento romántico, al que perteneció su autor. Larra cultivó también la novela histórica y el teatro, pero adquirió notoriedad con sus Artículos. Se trata de una prensa muy literaria, que en nada se parecía a la que hoy estamos acostumbrados.
Reflejan multiples facetas de la cultura y sociedad de su época, siempre desde una perspectiva crítica e irónica, que convertirá a Larra en uno de los modelos de la Generación del 98 posterior. Esta misma postura la llevó a su vida personal, con la que siempre se sintió descontento, hasta el punto de que se quitó la vida de un pistoletazo. En su entierro, un joven poeta llegado de Valladolid leyó un panegírico que le hizo famoso desde ese mismo instante: José Zorrilla.
Los artículos poseen una estructura similar en tres partes: la introducción, donde el autor (o cualquiera de sus heterónimos (Fígaro, El Pobrecito Hablador) reflexiona sobre un tema actual, de diversa índole. La segunda es el núcleo del artículo; aquí Larra relata la anécdota en relación con el tema inicial. Por último, Larra extrae unas reflexiones a las que ha llegado en relación con el tema tratado. La parte más interesante suele ser la segunda. Larra tiene diferentes formas de acercarse a los lectores a través del tratamiento de las “historias” que nos cuenta, desde el humor a la ironía pasando por el sarcasmo. Como los temas son muy variados (políticos, literarios y costumbristas) no todos me han resultado del mismo interés. Los más entretenidos son los costumbristas, como Vuelva usted mañana o El castellano viejo. Larra no critica personajes concretos en sus artículos: son personajes anónimos de su entorno más próximo, parientes, amigos, conocidos o simplemente personas que ve, como por ejemplo las personas en el local de empeños, o los comensales en casa de Braulio…
El tono romántico, pesimista y sombrío de otros, también me ha sorprendido, especialmente la condena de la pena de muerte de Un reo de muerte, donde podemos comprobar la vigencia que aún tiene.
La lectura de los artículos me ha resultado amena y entretenida. Aunque el vocabulario es un poco antiguo su lectura no resulta difícil. Sobre todo por el modo como critica e ironiza sobre temas de actualidad en ese momento, y hace que te des cuenta de cosas de los españoles, como por ejemplo el modo que tienen de hacer las cosas, de cómo hablan de su propio país…., que no te habías parado antes a pensar. Muchos de los aspectos que caricaturiza son aún de interés público, como la educación de los jóvenes, los modales groseros, la hipocresía, la pereza, la vulgaridad, la impaciencia o la corrupción de la sociedad española.
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El 19 de marzo y el 2 de mayo de Benito Pérez Galdós
Es la tercera novela de lo que después sería la Primera Serie de los Episodios Nacionales. Este carácter episódico se observa nada más empezar a leer la novela, pues hace referencia a acontecimientos anteriores que no conocemos del todo, pero que no obstaculizan la lectura. El narrador es Gabriel de Aracil, que nos cuenta sus vivencias desde sus 82 años, y nos las hace casi presentes como si las estuvieramos viviendo a los 17 años, que es cuando se sitúa cronológicamente la novela. Galdós tenía claro el caracter episódico de su obra, al elegir a un personaje de edad provecta, pues pensaba novelar toda la historia del Siglo XIX, aunque después fuera cambiando los personajes conductores de la historia en las diferentes series.
La novela, como bien indica el título está dividida en dos partes, para contarnos el motín de Aranjuez del 19 de marzo de 1808, en que nuestro protagonista se verá inmerso a cuasa de la admiración de su tío, párroco de Aranjuez, por Manuel Godoy, Príncipe de la Paz. El segundo episodio nos muestra también desde los ojos de Aracil el levantamiento popular del 2 de mayo del mismo año contra las tropas nopoleónicas en Madrid. Esta división epidódica viene marcada por los capítulos (casi a partes iguales), los espacios (Aranjuez y Madrid) y los tiempos (las fechas del título de la obra). Los personajes ficticios son el elemento de unión entre ambos. Gabriel e Inés, junto con sus antagonistas, los Requejo, nos harán vivir en primera persona los hechos históricos narrados. Tenemos, pues a personajes ficticios, junto a personajes históricos. Pero la verdadera historicidad la aportan los diálogos y las descripciones realistas de Galdós. Por una lado, nos presenta en el Motín a unas clases bajas, cercanas a la delincuencia, que actúan movidas por intereses económicos, frente al pueblo llano madrileño, sin discriminación de clases, que se mueve por un sentimiento patrio frente al invasor, tal y como se describe a los franceses.
Esta fondo histórico se sustenta en la trama de los personajes de ficción. En varias ocasiones, el narrador tiene que justificar su paso de la imprenta a la casa de los Requejo, en donde Inés ha visto cómo su situación ha ido empeorando por momentos. Con bastante suerte, tras la liberación de los tiranos de ficción tienen que librarla también de los tiranos reales (el ejército francés), pero con el inconveniente de que son ellos mismos quienes se enfrentan, en la escena final, al pelotón de fusilamiento, en una buena recreación literaria del cuadro de Goya. Para conocer el desenlace, deberíamos esperar, como buena serie, a la próxima entrega.
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Miau de Benito Pérez Galdós.
Miau es una novela realista de Benito Pérez Galdós. Pertenece a las Novelas Contemporáneas en las que el escritor refleja la sociedad de su tiempo. Antes había escrito novelas de tesis y los Episodios Nacionales, que novelan la historia de la primera mitad del Siglo XIX español. En esta novela, Galdós critica la burocracia y ridiculiza a la clase media a través de la familia Villaamil, a cuyas mujeres llamaban las “Miaus” porque tenían cara de gato.
Nos sitúa en 1878, de principios de febrero (boda de Alfonso XII y María de las Mercedes) a primeros de abril. La estructura es lineal, interrumpida por pequeños saltos en el tiempo para contarnos el pasado de los personajes, en un espacio realista, tanto en interiores como exteriores. Madrid es el marco donde transcurre la novela.
El protagonista es Ramón Villaamil, cesante de la Administración anterior. La figura del cesante fue típica del sistema canovista: con cada cambio de partido se renovaban los funcionarios y los contrarios cesaban en su cargo. Al pobre Villaamil le faltan dos meses para jubilarse y no sabe cómo conseguir el trabajo que le permita cumplirlos. Presiona a todos sus conocidos, mediante cartas que le hace repartir a su nieto Luis, para ahorrarse los sellos, pero nadie le presta ayuda y finalmente se suicida.
Además, tiene que luchar con su familia. Las mujeres le han amargado la existencia (su mujer Pura, Milagros, y Abelarda). El personaje más inquietante es Víctor Cadalso, su yerno, que aparece como un triunfador, pero solo por sus habilidades sociales y no por su valía profesional. Es el padre de Luisito, el único que se libra del desprecio del abuelo, entre otras cosas porque le lleva las cartas. Además Luisito sirve como nexo de unión entre la familia, que quedaría deslavazada sin su presencia. De paso, le sirve a Galdós para enseñarnos los barrios y casas de Madrid. Lo más llamativo del personaje son los desmayos que sufre, en los cuales cree que Dios le habla.
El estilo de Galdós es muy rico y complejo. Va desde las incorrecciones gramaticales de los niños hasta las sutilezas retóricas de Cadalso cuando flirtea con su cuñada Abelarda. Personalmente me ha gustado porque describe una atmósfera social a veces trasladable a la actual, con un periodo de crisis realmente agobiante para muchas personas.
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Siglo XX. Primera mitad
El árbol de la ciencia, de Pío Baroja
A comienzos del Siglo XX se produce un aumento del público lector, gracias a colecciones de novelitas que inicio Eduardo Zamacois con El Cuento Semanal. Aunque todavía perviven continuadores del Realismo-Naturalismo, un nuevo movimiento estético, conocido después como Modernismo y Generación del 98, pretende renovar la sociedad y la literatura. Esta actitud inconformista es la que se muestra en el Manifiesto de los tres firmado por Ramiro de Maeztu, José Martínez Ruiz "Azorín" y Pío Baroja, grupo del que sobresale nuestro autor como novelista.
Tiene una producción muy amplia, que agrupó en trilogías. Destaca entre ellas La lucha por la vida formada por La busca, (donde retrata las clases medias y bajas de la sociedad madrileña), Aurora Roja y Mala hierba. Además, debemos citar los 22 volúmenes de una larga novela histórica, Memorias de un hombre de acción, basada en la vida de un antepasado suyo, Eugenio de Aviraneta. El árbol de la ciencia, de 1911, se incluye en la trilogía La Raza junto con La dama errante y La ciudad de la niebla.
La obra recoge bastantes aspectos de la vida del propio autor sin llegar a ser biográfica. Es una novela típicamente noventayochista que refleja la crisis existencialista y vital de un joven estudiante de medicina, Andrés Hurtado, cuyas dolorosas experiencias vitales lo conducirán finalmente al suicidio tras la pérdida de su mujer y su hijo.
Baroja afirmaba que lo novela era un “cajón de sastre” donde cabía todo. Lo podemos comprobar en la estructura de la novela, dividida en dos partes simétricas (I-III y V-VII) separadas por una larga conversación filosófica entre el protagonista y su tío, el doctor Iturrioz, donde se deja entrever toda la influencia de Schopenhauer(IV). Por ello, esta parte me ha resultado más difícil de leer. El resto resulta entrenido y ameno y muy fácil de seguir gracias a su estructura lineal, aunque haya ralentizaciones y aceleraciones.
El hilo conductor es siempre el personaje central, al que seguimos en su periplo por la geografía española (Madrid, Alcolea del Campo –inventado-, huerta de Valencia, …) que Baroja aprovecha para criticar los aspectos más denigrantes: política, medicina, sociedad, sexo, etc… El carácter tremendamente pesimista de Andrés nos puede hacer creer que la crítica vaya más allá de la realidad, aunque probablemente el atraso de España fuera cierto, pues el narrador se muestra casi siempre bastante objetivo.
Los personajes, numerosísimos como en casi todas sus novelas, están tratados también bajo la misma óptica, por lo que se hacen bastante antipáticos, a excepción de su tío Iturrioz y de Lulú. Este último especialmente me ha parecido de gran modernidad, casi el contrapunto de doña Paquita, de El sí de las niñas, pues tiene muy claro que quiere ser independiente y trabajar, aunque en las mujeres no estuviera bien visto todavía.
El estilo de Baroja me ha resultado sencillo y claro (no el capítulo IV) con abundancia de frases cortas, descripciones impresionistas y mucho diálogo.
La novela me ha gustado bastante, aunque el trágico final me ha parecido sobrecogedor. En dos páginas, el parto de Lulú, el niño que nace muerto, la muerte de Lulú a los tres días, la visita de Iturrioz, puntos suspensivos, el suicidio de Andrés.
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San Manuel Bueno, mártir de Miguel de Unamuno
San Manuel Bueno, mártir es una novela escrita por Miguel de Unamuno en 1930 y publicada en 1931 en la Novela de hoy(una de las muchas colecciones de novelitas de la época) y en 1933 en forma de libro. En 1930 Unamuno había regresado a España tras el forzado exilio en Fuerteventura y París que le impuso la dictadura de Primo de Rivera. Sin embargo, no expresa ya las preocupaciones sociopolíticas de la generación del 98. De ahí el nulo interés de don Manuel por crear un "sindicato católico agrario" a instancias de Lázaro.
Se compone de 24 secuencias narradas por Ángela y un epílogo final escrito por Miguel de Unamuno. En el relato de Ángela, se pueden distinguir tres partes: la primera (secuencias 1-8) son las noticias preliminares sobre don Manuel, que Ángela nos transmite de oídas pues está estudiando en la ciudad de Renada; la segunda (secuencias 9-20) constituye el cuerpo central del relato, a partir del regreso de Ángela al pueblo, primero, y de Lázaro, después, donde se nos descubre el secreto del “santo” y su muerte junto a Blasillo; la tercera (secuencias 21-24) es el final del relato de Ángela.
Refleja la crisis española del 98, en concreto la religioso-espiritual, influenciada por autores como Schopenhauer o Nietzche. Gira en torno a los temas de la inmortalidad y la fe planteados en términos de verdad trágica o felicidad ilusoria. El autor, a través de don Manuel, un sacerdote que no tiene fe, opta por la segunda alternativa y afirma:“opio, opio, sí démosle opio, y que sueñe (el pueblo)” en clara alusión a Marx. Por contra Blasillo representa la opción de la fe ingenua, que nos consuela de haber nacido. Esta postura contradictoria es la que muestra Unamuno, pues Don Manuel y Blasillo mueren juntos ("Hubo luego que enterrar dos cuerpos") como si fueran representación de una sola personalidad contradictoria.
También es el prototipo de las novelas de la generación del 98 que huyen del Realismo y Naturalismo. El paisaje, España, Castilla y la historia son el marco de la obra. La encuadra en un pueblo al que simbólicamente llama Valverde de Lucerna (verde y luz simbolizan esperanza), cuya capital es Renada (dos veces nada) para dotar a la obra de un carácter atemporal y general, pero que a la vez parece estar inspirado en San Martín de Castañeda, al pie del lago de Sanabria. Allí transcurren las vidas sencillas y modélicas,"intrahistóricas" de sus habitantes.
Unamuno elige nombres simbólicos para sus personajes: Manuel significa “Dios con nosotros”, es uno de los nombres de Jesucristo; Ángela es “mensajera” pues cuenta la historia; Lázaro es el “resucitado” del Evangelio pues colabora con Manuel a pesar de ser ateo.
Técnicamente también es una obra representativa de su generación literaria. Es una novela breve, de párrafo corto y oración breve donde predomina el diálogo con el que descubrimos los conflictos y dramas íntimos de cada personaje. Propio de las novelas del 98 es el típico final deliberadamente abierto para sacudir las conciencias de los lectores. Unamuno recurre al doble autor (él mismo y Ángela) mostrando cada uno, de nuevo, una interpretación distinta.
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SIGLO XX. Segunda mitad.
Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo
Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo obtiene el premio Lope de Vega en 1949. Su primera representación en el teatro Español de Madrid fue todo un acontecimiento y vino a despertar el pobre panorama teatral madrileño, contribuyendo de forma decisiva a la implantación de una corriente de realismo social y crítico. Es el equivalente dramático de la novela y la poesía publicadas a partir de 1945: La familia de Pascual Duarte, o La Colmena, de Camilo José Cela o Hijos de la ira de Dámaso Alonso.
Hizo que su autor se decantase hacia el teatro, y no hacia la pintura como parecía su vocación, convirtiéndose en el autor más importante de teatro de esta segunda mitad del Siglo XX. Su obra dramática puede considerarse clásica en el más sentido más puro, pues tiene muchos elementos de la tragedia griega. Ha recorrido desde entonces múltiples matices, desde un teatro histórico hasta un teatro simbólico.
Historia de una escalera es el drama de la frustración social visto a través de tres generaciones de la clase media baja, a lo largo de treinta años. Buero aprovecha los entreactos para hacer pasar el tiempo, diez años en el primero, veinte en el segundo. La escalera vecinal es el único espacio escénico, el cual se configura como el verdadero protagonista: envejece y se deteriora por el paso del tiempo al igual que los distintos personajes, y es testigo de toda su vida, de declaraciones, peleas, charlas de amigos, etc.
La obra plantea el problema de la imposibilidad para las clases humildes de realizar sus ideales, tanto por falta de voluntad como por las circunstancias que los rodean. La escalera es el signo de la inmovilidad social que no conduce a ninguna parte. Este carácter tan pesimista de la obra es lo que menos me ha gustado.
Sólo al final hay resquicio para la esperanza, pues se trata de un final abierto: Fernando y Carmina pueden resignarse como hicieron sus padres o pueden luchar por estar juntos a pesar de la oposición de su familia.
La obra no plantea ninguna dificultad de comprensión porque los personajes utilizan un registro coloquial, a veces hasta vulgar. Todos los elementos escenográficos tienen una especial importancia, hasta en sus detalles más insignificantes. Cuando se derrama la leche al final del primer acto, nos lleva directamente al cuento de la lechera: las ilusiones son solo ilusiones y no se cumplirán si no se ponen manos a la obra.
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La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela.
La novela fue publicada, no sin dificultades, en 1942. Obra primeriza de un joven Camilo José Cela, supuso una bocanada de aire fresco para la novela de la inmediata posguerra. Luego Cela se consagraría como el gran novelista que ya dejaba presentir la obra, hasta hacerse merecedor de múltiples premios nacionales e internacionales, incluido el Nobel.
A raíz de su publicación se comenzó a hablar de tremendismo, asociado también a la lírica. Sobre una base fuertemente existencialista, tenía que ver con una expresión desgarrada, que encontró a veces dificultades con la censura existente en esos momentos. En el caso del Pascual Duarte, el tremendismo no sólo está en la expresión, sino en el contenido, pues la novela cuenta, en forma de carta autobiográfica, la vida de un condenado a muerte. Son 19 capítulos, a los que se pretende dar apariencia de realidad, con supuestas cartas y documentos reales. Se trata de un recurso literario, el del manuscrito encontrado, bien conocido desde el Quijote. Las 19 cartas se podrían dividir en tres partes, marcadas por las pausas que hace en la narración en las cartas 6 y 13, quedando una estructura muy simétrica en extensión que nos muestran al Pascual inocente (5 primeras cartas), violento (6 cartas) y finalmente asesino (6 cartas)
Con un estilo coloquial, Pascual va narrando desde la cárcel, en primera persona, las diversas peripecias de su vida, con una mezcla de coloquialismos y vulgarismos propios de su humilde condición, en donde se repite constantemente "con perdón", al suponer él que sus usos no son los más apropiados. En realidad, con ellos Cela va preparando el terreno para las atrocidades que suceden de una forma muy natural. Esta espontaneidad narrativa oculta el verdadero trabajo del literato por no aparecer en la superficie de la novela. Pero el tratamiento literario está presente en el uso de multiples elementos líricos, en el uso de los diminutivos, en las metáforas con términos rurales, etc.
Destaca por encima de todos los personajes el autor de las cartas, Pascual, que se muestra, por un lado, convencido de su inocencia, víctima de una herencia y un medio hostil; por otro, a veces arrepentido de sus crímenes, a veces, justificándolos. Al lector no le puede dejar indiferente, haciéndole sentir incómodo. Particularmente, sorprende su cariño hacia Mario, su hermano retrasado. Su trágica muerte por un lado conmueve, por otros casi produce risa.
Con todo es una novela tremendamente pesimista, en donde se muestra los aspectos más desagradables de la realidad. Fueron estos elementos los que la hicieron sobresalir de la atonía general en que se hallaba la novela en 1942.
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