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Inauguración

En el día de hoy, el libro El lector móvil avanza en su redacción y alcanza el capítulo 8, dedicado a los géneros de la Web, entre los que se cuentan las bitácoras web o blogs, como este que inauguramos.

Precisamente brinda la ocasión de anotar la fuerte impresión que causa la lectura de la obra Las brujas de Zugarramurdi de Mikel Azurmendi Inchausti (2013), que describe al dedillo lo que hace años incluyó Julio Caro Baroja en Las brujas y su mundo (1961/2012) referido a ese asunto y en el que se describen los afanes del inquisidor Alonso de Salazar.

Y también tenía ante mí las rigurosamente comprobadas aseveraciones del inquisidor Salazar ante la Suprema de la Inquisición de que no había habido ni atisbo de brujería ni de secta brujeril alguna en toda aquella zona de la persecución hasta la patética intervención de los predicadores franciscanos: éstos habían sido los propagadores de la nueva imagen del sabbat propiciando que un par de inquisidores crédulos incrementaran una persecución judicial jamás vista hasta entonces.

(...)

31 de marzo de 1612. Llegan a Madrid los informes de Salazar. Mantiene con un aparato argumental impresionante que el problema de la brujería no eran los brujos sino los predicadores.

Es irresistible recuperar la forma en que Cervantes se refiere no al brujerío pero sí a los procedimientos inquisitoriales, en la parte de El coloquio de los perros (1613) en el que Berganza busca, sin éxito, al lobo causante de la muerte nocturna de las ovejas.

Pasméme, quedé suspenso cuando vi que los pastores eran los lobos y que despedazaban el ganado los mismos que le habían de guardar. Al punto, hacían saber a su amo la presa del lobo, dábanle el pellejo y parte de la carne, y comíanse ellos lo más y lo mejor. Volvía a reñirles el señor, y volvía también el castigo de los perros. No había lobos, menguaba el rebaño; quisiera yo descubrillo, hallábame mudo. Todo lo cual me traía lleno de admiración y de congoja. «¡Válame Dios! ─decía entre mí─, ¿quién podrá remediar esta maldad? ¿Quién será poderoso a dar a entender que la defensa ofende, que las centinelas duermen, que la confianza roba y el que os guarda os mata?».

Lo que no podían conocer ni Moratín y Goya y nosotros sabememos gracias al estudio reciente de los expedientes secretos de la Inquisición es que, como recuerda Cervantes, hay ocasiones en que los pastores eran los lobos y que esa afirmación es perfectamente aplicable a los procesos contra la brujería de Zugarramurdi y de otras partes. Algunas estampas críticas de los Caprichos adquieren un nuevo significado a la luz de estas interpretaciones y muestran ─perdón por la redundancia─ la lucidez de Goya.

Para más información, visitar el sitio web Cervantes, Goya y las brujas.

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