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La gran locura de las brujas

La llamada locura de las brujas fue uno de los episodios más terribles de la historia europea, que estamos obligados a conocer para ser capaces de reconocerlo, como una infección, y evitar que se repita. Y no digo más.

Duró dos siglos y afectó a la mayor parte de los países europeos (Harris: 1980), y aunque en aquella época las fronteras eran algo diferentes de las actuales y existían notables diferencias lingüísticas y religiosas, en todas partes se cazaron a personas que habían hecho pactos con el diablo, gracias a los cuales obtenían poderes extraordinarios que usaban para hacer el mal a sus semejantes:

«Sus crímenes: un pacto con el diablo; viajes por el aire hasta largas distancias montadas en escobas; reunión ilegal en aquelarres, adoración al diablo; besar al diablo bajo la cola; copulación con íncubos (diablos masculinos dotados de penes fríos como el hielo); copulación con súcubos (diablos femeninos). A menudo se agregaban otras acusaciones más mundanas: matar la vaca del vecino; provocar granizadas; destruir cosechas; robar y comer niños».

Las autoridades seculares y religiosas las persiguieron, con la complicidad de las gentes, todos imbuidos de un profundo miedo. Fue también la época de la crisis bajo medieval y el tránsito al Renacimiento y el Barroco, una era de fuertes tensiones sociales, con frecuentes levantamientos de tipo mesiánico, y de reformas religiosas (Lutero, Calvino, Enrique VIII, Carlos V, Concilio de Trento) que condujeron a las guerras de religión que asolaron Europa. ¡Vaya época tremenda!

Vayan unos datos: entre 40.000 y 100.000 personas fueron quemadas en la hoguera y muchas más fueron procesadas y castigadas durante ese periodo de locura. No quiero repetir las cifras del Holocausto o el Gulag, otras locuras terribles, de la época de vuestros bisabuelos, pero vendrían al caso.

Poco a poco la mentalidad fue cambiando y se dejó de creer que lo de las brujas era algo real y se tuvo la certeza de que era la superstición y la ignorancia las que hablaban por la gente y las autoridades. Y se dejó de quemar a las brujas, incluso de creer en ellas y en que tuvieran otros poderes que no fueran el conocimiento de algunas hierbas y drogas, y el del engaño colectivo. Esas creencias diversas, como habréis visto y recogido en diferentes testimonios textuales, también quedan reflejadas en la gran literatura.

Lo más curioso es que antes de la locura de esos siglos de inicio de la modernidad tampoco se creía que las brujas tuvieran poderes diabólicos y fueran herejes. Tausiet (2016) lo sintetiza así: «primero sería pecado creer y luego sería pecado no creer».

Pero en la época solo unos pocos se libraban de creer o aparentar creer en la realidad de las brujas. Hubo un famoso médico español, Andrés Laguna, que lo fue del emperador Carlos V y de algunos Papas, que quiso realizar en Metz un experimento para comprobar si los brujos realmente eran capaces de volar y viajar cuando se untaban (Caro Baroja, 1961). Concluyó, tras untar a una mujer que padecía insomnio, que «lo que decían los brujos y brujas era producto de alucinaciones. Sin embargo, su experimento no logró convencer a los jueces, y la supuesta bruja fue quemada».

Este año ha visitado Galicia el mayor experto mundial en brujería moderna, Gustav Henningsen, quien estudió a meigas, hechiceros y el mal de ojo ─al que las gentes responsabilizaba de muchos de los males que padecía─, haciendo fotos y grabaciones de todo tipo de ritos y amuletos, con prácticas que sobreviven hasta la actualidad y que ahora se exponen al público. La prensa ha recogido su visita, Las brujas como ciencia, y el autor ha aprovechado para recordar:

la figura fascinante y olvidada del inquisidor Alonso de Salazar, un religioso que llegó a ser acusado de ejercer de abogado de las brujas y que al final logró que las quemas se aboliesen en España 100 años antes que en el resto de Europa..

Gracias a él, la Inquisición española dejó de aplicar la tortura para lograr confesiones de brujería, aunque no respecto a otras acusaciones. Hoy tampoco creemos en brujas y brujos, en que sean reales. Las brujas se han ido. ¿Pero lo han hecho de verdad? Eso parece, pero por si acaso vamos a investigar la locura de las brujas con las herramientas de la Literatura, la Historia y el Arte, y veremos si llegamos a algunas conclusiones de provecho para nuestros días, escépticos, sí, pero en los que el Mal ─ahora con otros rostros─ sigue acechando y que creemos ser capaces de identificar, por las desgracias que causa, y quizás erradicar, aunque sin conseguirlo de momento. ¿Quién puede decir que el Mal, en sus múltiples formas, no nos rodea todavía?

¿Qué ocurrió entonces? ¿Cómo fue posible tamaña salvajada en una época en la que despertaba la razón? Puestas las preguntas sobre la mesa, busquemos las respuestas. ¿Dónde? En la Literatura, la Historia y el Arte.

Fuente: Cervantes con Goya: leyentes y mirones de caprichos y desastres