LA Guitarra es protagonista de la historia del pasado y el presente de América Latina; desde su llegada este instrumento ha cumplido el papel de acoger y representar la diversidad cultural de los pueblos latinoamericanos. En el proceso ha sufrido sus cambios, ha sido testigo y cómplice de los procesos políticos, económicos y sociales y ha patentado su sonido en la cultura de este continente.

Referirse a la música sudamericana implica asociar el análisis de forma inmediata y natural con el instrumento de mayor difusión en el ámbito popular y que más homogéneamente aparece extendido a lo largo y ancho de todo su territorio, La guitarra, heredera sin embargo de una tradición europea y también oriental, se afincó de tal manera en esta geografía asimilando los rasgos de todas las influencias externas e internas, que llegó a conformar una parte sustancial de la cultura musical de América de sur.

La guitarra se ha ganado el derecho -por encima de los demás instrumentos occidentales- de hablar con propiedad acerca de la gente y de la cultura a la que pertenece luego de su llegada a América. Su capacidad adaptativa que la hace partícipe y protagonista de la vida, la lógica y la imaginación de individuos diversos, la convierte en un medio de expresión pero también de resistencia, testimonia un continente que se niega a observarse con una sola cara y desde un único punto de vista, y revalida la naturaleza heterogénea, híbrida y diversa de nuestro continente.

Si se quiere, en el sur la guitarra encuentra de nuevo su origen andariego y múltiple y Latinoamérica encuentra en ella el medio adecuado para reconocerse como una Latinoamérica nueva, en proceso de construcción y búsqueda permanente, que considera y respeta todos sus ancestros; en definitiva, Latinoamérica encuentra en la guitarra su propio sonido. Si el sonido de Europa está ligado a sus procesos históricos, igual sucede en Latinoamérica, si la orquesta de Europa es el piano, la orquesta de Latinoamérica es la Guitarra.

Al adoptar este instrumento y al ser adoptada por él, la música popular latinoamericana forma un hilo conector desde México hasta Argentina, y es precisamente la Guitarra el vehículo unificador de las expresiones musicales y culturales comunes en todos estos países; “Hacer un análisis de la música dedicada a este instrumento es casi un modo de pasar revista a la creación musical sudamericana” ; en ella convergen las tradiciones Europeas, Africanas, Indígenas y Asiáticas que construyen al habitante del sur del continente, en su caja de resonancia es posible oír los tambores africanos, los bailes, pero también las músicas europeas del siglo XIX, las trovas, las tonadas campesinas, las lenguas africanas y sus rituales de celebración, también es posible oír esos sonidos que parten de ella y regresan de nuevo con formas distintas, es posible escuchar los instrumentos mestizos, (sus hermanos) y sus lugares de origen; la Jarana, el Guitarrón mexicano, el arpa Paraguaya, Venezolana y Mexicana, el Tiple y la Bandola Colombianos, el Tres y el Laúd Cubanos, el Cuatro y el Tiple Puertorriqueños, la Viola Caipira, el Cavaquiño y el Bandolim Brasileros, el Cuatro, la Bandola llanera y la Mandolina de Venezuela, la Guitarra Campesina Chilena, el Charango Peruano y Boliviano son sus camaradas, son su familia.

Tales instrumentos acompañan y, de hecho, ayudan a crear y recrear sus tradiciones, el son xarocho, el bambuco, el vallenato, el pasillo colombiano, la danza paraguaya, el huayno, el carnavalito, el punto cubano, la guaracha, el choro, el vals y el merengue venezolano, el pasillo ecuatoriano, el vals peruano, el bolero cubano y mexicano, la chacarera, el tango, la milonga y el gato argentinos, la vidala uruguaya, entre otros cientos de ritmos, son parte del universo y la lengua de la guitarra latinoamericana.

Estas tradiciones e instrumentos han sido acompañadas y soportadas por la guitarra, ella comparte todas estas nacionalidades, desconfía de las rígidas separaciones político administrativas y más bien, nos remite con insistencia a reconocer que en su caja mágica, como le gustaba decir a Agustín Barrios Mangoré, están los secretos más hondos de este continente. La guitarra, imperturbable, se mimetiza en cada cultura local con el derecho incuestionable de ser el sonido de Latinoamérica.

FUENTE: Lucas Saboya